7 de febrero de 1940
Puede ocurrir que en el bosque un árbol tierno, tronchado o arrancado de raíz se apoye al caer en un árbol viejo. Se comprueba entonces que el árbol viejo también está acabado, que aquel ejemplar de aspecto imponente está acabado, que aquel ejemplar de aspecto imponente esta hueco débil y cae abatido bajo el peso del mas joven.
Es algo análogo a lo que podría acontecernos a usted y a mí. pero no sucede así. Me pongo en su lugar. He vivido las experiencias de esos cuatro años de 1914 a 1918 hasta quedar aniquilado, y en esta ocasión tengo tres hijos soldados.
Un ejemplo tomado de la mitología quizá le muestre claramente como veo yo la historia en su totalidad. La mitología india cuenta con la leyenda de las cuatro edades del universo. Cuando la ultima esta en sus postrimeras y la guerra la depravación y la miseria llegan al cuello, shiva, el luchador, el que todo lo arregla hace su aparición y en su danza destruye al mundo bajo sus pies. Apenas concluido el exterminio, Vishnú, el benévolo dios creador, yacente en la hierba ¡, tiene un bello sueño, y de ese sueño, de una espiración o de uno de sus cabellos brota hermoso, lozanoy encantador un nuevo mundo y todo comienza desde un principio pero no como un fenómeno mecánico sino como algo alado y de fascinante encanto.
Ahora bien, creo que nuestro Occidente se encuentra en la cuarta edad y shiva ya esta bailando sobre nosotros. Creo que casi todo será destruido. Pero no dejo de creer en un nuevo resurgimiento desde los origines y que los hombres volverán a encender hogueras y erigir santuarios.
Y así, en mi cansancio y senectud, me alegro de tener y achaques que no me harán lamentar perder la vida. Pero no dejo a la juventud ni a mis hijos en la desesperación, sino en una era de dificultades y temores, en el fuego de la prueba y no dudo de que todo lo que fue para nosotros santo y hermoso, volverá a serlo para ellos y la posteridad. Creo que el hombre es capaz de gran enaltecimiento y grandes iniquidades, puede elevarse a la altura de un semidios o decender a la profundidad de un semidemonio, pero cuando algo muy grande o muy repulsivo siempre vuelve a erigirse sobre sus pies y recobra su medida e, inexorablemente al ataque del salvajismo y de lo demoníaco sigue el contragolpe, sigue el anhelo innato e inevitable del hombre por la medida y el orden.
y de ese modo creo que aun cuando un hombre viejo no debe esperar nada bello del exterior y hará bien en ir a juntarse con sus antepasados, un hermoso poema, una música, una mirada sincera elevada a la divinidad son hoy por lo menos tan reales, tan vivos y valiosos como lo fueron otrora, por el contrario es evidente que la llamada "realidad" de los técnicos, de los generales y de los directores del banco, se torna cada vez mas irreal e improbable. hasta la guerra, desde que se practica en forma masiva ha perdido casi todo su poder de atracción y su majestad. Hay enormes espectros y quimeras que se combaten mutuamente en estas batallas materiales, mientras que toda realidad anímica todo lo verdadero, lo hermoso, todo anhelo por estas cosas parece mas real y sustancial que nunca.
Hermann Hess